Wednesday, December 24, 2008

Algunos posts decembrinos que nunca vieron la luz



Quisiera poder comprar el tiempo para dedicárselo a este blog. En Navidad, mi época fovorita del año, son varios conatos de posts que se han quedado atrapados en mi mente sin haber logrado verse materializados en las cadenas hormigueantes y multiformes que componen este cajón digital.

Habría querido escribir unas líneas sobre nuestra decoración navideña, que cada año me satisface más. Si la oportunidad hubiera visto la luz, les habría contado que abrir esas enormes cajas plásticas, guardianas durante 11 meses de algunos de los pequeños tesoros decorativos de este hogar, es casi como arrancar el papel a los regalos que luego descansarán bajo el árbol. Les habría confesado que, aún tan jóvenes, cada adorno, cada pieza de nacimiento, parece encerrar una historia por venir. Habría querido traducir en palabras la alegría de mi hija al ver nuestra obra culminada aunque el árbol seguía siendo muy pequeño para sus ilusiones y las luces exteriores muy escasas para alumbrar sus imaginaciones de niña.

También hubiera deseado hablarles de nuestras hallacas. Deseosos de ese sabor de gran familia encerrado en una hoja de plátano, nos decidimos este año por repetir, en menor proporción, la hazaña pantagruélica que con orgullo ha caracterizado a este linaje carabañero, y eso era un motivo de peso para salir en busca de la oportunidad de fijarla en este blog. De haberla encontrado, les habría contado que, aunque el onoto no pinta y las hojas guatemaltecas congeladas y preempacadas pueden resultar un gran fiasco, sí es posible hacer hallacas fuera de la casa de la calle Colombia. Les habría advertido que no se fiaran de la primeras hallacas, que ésas siempre engañan en textura y están cargadas de expectativas, y tal vez si lo hubiera hecho podría eso servirme de recordatorio para cuando decida nuevamente emprender ese proyecto culinario familiar y ancestral. Les habría mencionado que el secreto mejor guardado de este platillo es el trabajo en equipo, la buena vibra y el corazón familiar que se vuelca en desentrañar los sabores solapados de nuestros ancestros para inscribirse con tinta indeleble en cada uno de los sentidos de las genealogías futuras.

De tener aún un poco más de suerte, habría tratado de poner en palabras la alegría de poder compartir con seres tan queridos, esos que te vienen como envueltos para regalo como obsequio cósmico a sentarse a tu mesa y a regocijar tu hogar con su presencia. Les habría contado de la alegría inconmensurable de reencontrarse bajo el marco del afecto con los seres maravillosos que te han visto crecer o que han crecido a tu ritmo y a tu lado, reinventar las tradiciones familiares en nuevos horizontes y con nuevos rostros, y regodearse en el banquete insaciable que es el cariño de verdad.


De todo eso y más les habría hablado si la oportunidad dichosa hubiera visto la luz tenue de esta pantalla. De todo eso y quien sabe qué más. Mis posts se quedaron en el mundo intermedio de lo posible (futurible, diría el padre Arruza), así que por ahora, los dejaré con las ganas.

Thursday, December 4, 2008

Invitados de honor

Hace días tengo pendiente esta nota. Las palabras resbaladizas no se dejaban atrapar. Hoy tampoco he ganado la batalla, pero no quería dejar pasar más tiempo sin recoger este episodio.



Ya hace más de una semana que despedimos con el corazón afligido a mi queridísima amiga Nora y su encantador esposo Wladimir. Unas merecidas vacaciones en el “imperio mesmo” fueron la dichosa oportunidad para recargarnos de la energía que proporciona el afecto sincero, desmedido e incondicional de esa familia de corazón que llegan a ser las amistades de verdad.

Con muchas ganas y poco tiempo, tratamos de sacar el máximo provecho de esos seis días, evitando caer en la común tentación del shopping desmedido que termina por indicar que al menos en esta zona de la Florida lo único que el turista puede hacer es comprar. Y sí, por supuesto que mi amiga compró. Hoy en día, y a pesar de ser ésta su primera vez por estos predios, se conoce el Sawgrass Mills Mall mejor que yo (con todo y que ocasionalmente trabajo allí y me queda a sólo unos minutos de casa…). Se llevó, como todo turista venezolano en Miami que se respete, sus tres maletas a reventar (aunque habían llegado casi vacías), además de otros múltiples artefactos en embalajes separados. Y todo esto gracias al regreso de ese nuevo “tá barato, dame dos” que la situación cambiaria venezolana ha generado, donde, con todo y pasaje, estadía, comidas y afines, resulta mucho más económico comprar en el extranjero que en la tienda de la esquina.

Pero, como decía, y para el beneplácito de todos, no sólo nos dedicamos a comprar. Tuvimos la suerte de presenciar la deslumbrante puesta en escena de “Corteo” a cargo del Cirque du Soleil, de gira por el sur de la Florida hasta mediados de diciembre. Espectáculo altamente recomendable a pesar de su precio, con la impecable puesta en escena a la que la compañía ya nos ha acostumbrado, estremecedora música en vivo y la modernización de los elementos teatrales, redimensionados, estirados hasta sus límites cual uno de esos acróbatas de goma.


Temíamos llevar a Sarah pues la historia lucía un tanto sórdida (el sueño de los funerales de un payaso italiano), y, especialmente después de Las Vegas, sabíamos que muchos de los espectáculos del Sol no eran recomendables para menores (Ver Zumanity, en el New York, New York). Pero resultó una hermosa experiencia, incluso para ella, quien disfrutó cada minuto de la puesta en escena, se maravilló con los malabaristas y acróbatas, se enterneció con la pequeña enana Valentina y se dejó llevar por esa mágica fusión entre lo teatral y lo circense que caracteriza a todos estas representaciones (aunque por su temática, ésta, más que ninguna otra).

También tuvimos la dicha de asistir al “Gran Concierto”, organizado por el Circuito SBS para celebrar su vigésimo quinto aniversario. Compartieron el escenario artistas de la talla de Chayanne, Alejandro Sanz, Luis Fonsi, Marco Antonio Solís, Fanni Lú, Cabas, Carlos Vives y Shakira (quien no cantó, únicamente entregó un premio al presidente del circuito). Debo admitir que SBS botó la casa por la ventana, y aunque Jose se negó rotundamente a asistir, yo disfruté un montón junto a mi querida amiga y su esposo (y unas cuantas decenas de miles de personas más...)

Además de esos dos espectáculos, disfrutamos enormemente de los hermosos paisajes de la playa de la costa sureste de la Florida. Con frío y viento, nos dimos el gusto de caminar descalzas (los chicos no secundaron nuestra moción) por las playas de Fort Lauderdale y de South Beach, donde vimos zarpar el hermoso crucero que, si Dios quiere, embarcaremos muy pronto ambas familias para continuar esta recién iniciada tradición de vacaciones juntos.

Nos dimos banquete en los más exquisitos restaurantes, y, aunque mi estómago sufrió un poco los embates de tanta comida fuera de casa, repetiría todos y cada uno de ellos sin pensarlo dos veces (en especial, el que resultaría más perjudicial para mi resentida digestión, el restaurant “Bongos” en el American Airlines Arena).

Pero realmente el mayor banquete fue de afecto. Aún después de casi cinco años sin vernos, tener a mi amiga en casa representó una dicha indescriptible. Con el regalo de la presencia física, aprovechamos cada segundo para ponernos al día así como para recordar viejos tiempos. Fue especialmente hermoso avistar el afecto instantáneo que mi hija le prodigó a mi amiga, quien de inmediato pasó a ser la “tía Norita”, no sólo de nombre, sino, y sobretodo, de corazón. Compartir, ya no como individuos sino como familias, y ver por tanto estrecharse nuestros lazos y fortalecerse nuestro afecto, ha sido el mejor dividendo que esas cortas vacaciones han dejado.

Acá los esperamos para el año que viene.