Friday, April 30, 2010

Abril es... FELICIDAD!!!


El tema del mes de abril en el grupo fotográfico "La vuelta el mundo" fue la FELICIDAD... Con más de 800 participantes, y entendiendo que la felicidad es tan individual como los ojos de quien la mire, podrán imaginarse lo multicolor que ha quedado ese mural... A mí, particularmente, me sirvió como ejercicio íntimo -casi espiritual- para dar las gracias por los tesoros y las bendiciones cotidianas, por todos esos motivos y esos instantes que llenan mi vida de felicidad.

Si bien mucho se ha dicho que la felicidad es un estado momentáneo y fugaz, es maravilloso que la fotografía pueda estar allí para hacer de esos momentos efímeros, indelebles imágenes de dicha suspendida en el tiempo y el espacio.

Mi participación este mes fue mayor (el tema así lo suponía, ¿no?)... Hubiera querido hacer un catálogo de las cosas que me hacen feliz, pero el tiempo y las obligaciones no estuvieron a mi favor. Sin embargo, detrás de cada una de estas seis imágenes que ven aquí, hay risas, dicha y una historia feliz.

Le debo a muchos momentos y personas una imagen indeleble en esta entrada, aunque ciertamente muchos motivos de felicidad son inasibles, y por tanto, imposibles de fotografiar. A los primeros, por ahora los llevo conmigo, hasta que pueda captarlos con mi cámara. Los que ya han pasado, quedan impresos en el álbum del afecto. Los inasibles, los disfrutaré cuando lleguen y los atesoraré siempre.

Como siempre, los invito a darse banquete con las fotos del resto de los participantes del grupo... Son todas excelentes! Para ello, vayan al blog de Jackie y disfruten de esta maravillosa cadena de felicidad global!


PD: En mayo haremos fotografías de animales... Mis modelos están preparados!!!! ;o)





Tuesday, April 27, 2010

Occam´s razor

Nos acabamos de enfrentar una vez más con las torpezas del sistema médico de este país. Les pido disculpas por adelantado por utilizar este blog como desahogo, pero les prometo una historia con final feliz. 

Debo reconocer que tanto el Chino como yo tenemos nuestras reservas con los médicos de por estos lares. Yo, para más ñapa, vengo de una familia de médicos, de los médicos venezolanos de antes, los de cabecera, los que saben de todo y no escatiman en recetas naturales si el caso lo amerita. Médicos entregados a su profesión por amor que no han entrado en el vil engranaje de las grandes empresas farmacéuticas y para quienes el paciente es mucho más que un número de más de seis dígitos en un archivo de pared.

Como sabrán, los doctores que se ven en las películas y en las series de televisión no son los que te encuentras por acá cuando tienes un ataque de migraña, un accidente de tránsito sin mayor complicación, una gripe o un dolor de oídos. Al menos yo nunca me he encontrado ninguno de esos doctores maravillosos, entregados, preocupados por el paciente, a lo Meredith Grey, Bill Cosby o el bellísimo Dr. Carter. Nunca, en nueve años. Y si bien resulta altamente paradójico, en el país de la ciencia y la tecnología, en la nación puntera en avances y especialización, la medicina general, simple, llanamente y en sus propios términos, "sucks"...

S. se enfermó la samana pasada. Fiebre, vómitos, mucho dolor de estómago, inapetencia, malestar general. El sábado decidimos llevarla a un "Walk-in clinic" (algo muy común por acá, son unos pequeños ambulatorios con médicos generales de guardia para cubrir pequeñas emergencias cuando los especialistas no abren sus consultorios, y sin los inconvenientes de las salas de emergencia de los hospitales) pues, como es bien sabido, la única manera de conseguir una medicina en este país (no las aguitas con azúcar que venden over-the-counter) es con una receta médica.

La atendió una doctora súper joven que en principio y sin ningún examen diagnosticó apendicitis, pero luego cambió de opinión y dijo que lo que tenía era una infección de tracto urinario (ahhh?). No le hizo un chequeo general. Sólo una prueba de orina preliminar de la que notaron presencia de glóbulos blancos. El cultivo tardaría dos días en arrojar resultados más certeros. No era la primera vez que S. recibía ese diagnóstico en los útimos dos años. La doctora me comentó que eran muchas infecciones de ese tipo en un período tan corto de tiempo. Me dijo que era necesario que visitáramos un urólogo infantil pues podía haber algún tipo de malformación en el aparato urinario y que eso podría traer repercusiones mayores en los riñones en un futuro no muy lejano.

El Chino y yo salimos de ahí emocionalmente por el piso, y S. , adolorida por una inyección de antibiótico en su colita. Pasé todo el fin de semana en estado de angustia, investigando por internet y tratando de ubicar urólogos infantiles en mi área. El lunes a primera hora llamé al seguro. Allí empezaron a aparecer los angelitos. Me atendió una paisana simpatiquísima, que me indicó que primero tenía que llevar a S. a su pediatra para que él emitiera un referido para el urólogo. No teníamos pediatra, pues hasta ahora habíamos dado tumbos sin suerte. Me dio un teléfono y me dijo que podía cambiarme después si éste tampoco me convencía.

Ese mismo día nos atendieron en la oficina del Dr.K., un señor judío muy serio que no habla con vocecitas pero que va directo al grano. Nos encantó. Mientras yo no paraba de hablar, contándole los síntomas, mis temores, el diagnóstico del sábado, todas las infecciones previas (haciendo el papel de madre desesperada, pues...), el Dr. K hizo un examen general a S., revisándola escrupulosamente. Al llegar al consabido "abre la boca, saca la lengua, di Ahhh", su expresión cambió. "Esta niña lo que tiene es la garganta inflamada, una amigdalitis, quizás".

Ciertamente S. se había quejado un par de veces de dolor de garganta esos días, pero con las palabras de la otra doctora rondándonos la cabeza, no le hicimos mucho caso. El doctor no quiso darnos ningún diagnóstico, pues prometió primero leer con detenimiento la historia de las supuestas infecciones urinarias previas. Le tomó una muestra para un cultivo de la garganta y prometió tenernos una visión más clara para el día siguiente -hoy-.

A las 9 y media de la mañana estaba hablando con el Dr. K (directamente, no con la enfermera, ni con la secretaria!). Desde el 2008, S. había sido diagnosticada cinco veces con infecciones en el tracto urinario. Sólo una vez el diagnóstico había sido acertado. Los cuatro cultivos restantes habían resultado negativos, pero nosotros nunca habíamos sido informados al respecto. Habíamos completado cuatro semanas de tratamientos de antibióticos que no hacían falta y habíamos pasado unos días de angustia por culpa de profesionales inatentos, ineptos e irresponsables.

Occam´s razor. La solución más simple es con frecuencia la solución correcta. S. tampoco tenía amigdalitis. Algún virus, de esos que tanto abundan en los colegios. El fin de semana de angustias y de tratamiento equivocado al menos valió haber dado con un pediatra de los que para bien se salen del montón. Pero por lo que a nosotros respecta, el clancito de pseudomédicos del Walk-in clinic, no nos vuelve a ver ni la sombra!

Thursday, April 22, 2010

"Instrucciones para salvar el mundo", de Rosa Montero – Un viaje existencial de la oscuridad al amanecer


En vísperas de Sant Jordi

Quien, llevado por el título, espere encontrar en Instrucciones para salvar el mundo, una guía paso a paso de compromiso universal con el entorno, habrá de llevarse una gran sorpresa. La más reciente novela de la escritora española Rosa Montero, es una fábula moderna de mediocres y desarraigados antihéroes, de infelicidad y sinsentido vital, de solitarias almas incomprendidas. El sarcástico título no es más que la antesala al tono tragicómico que se percibe en la novela entera.

“Ésta es la historia de una larga noche. Tan larga que se prolongó durante varios meses”. La voz narrativa (coloquial, cuestionadora y más omnisciente que el mismo Dios) anticipa una historia noctámbula. Cuatro personajes convergen en la oscuridad de una ciudad: Matías, el taxista viudo, desgarrado de dolor por su reciente pérdida; Daniel, el médico de vocación perdida, entregado a la vida virtual ante la agria vacuidad de su propia existencia; Fatma, la hermosa prostituta que huye de la brutalidad a la que fue víctima en su infancia; y Cerebro, la renombrada catedrática caída en la ignominia por sus preferencias sexuales.

Cada uno de esos personajes vive su propia catástrofe personal de dolor, soledad, incomprensión y aislamiento. Cada uno de ellos ha vivido en carne propia las tragedias modernas de la discriminación, la incomunicación, la falta de voluntad, la violencia, la pérdida abrupta, el fracaso. Tragedias que los han marginado, no sólo a la periferia de la ciudad, sino de la vida, privados de la luz por sus propias miserias. Matías, Daniel, Cerebro y Fatma, cada cual con su circunstancia y aun sin conocerse, tiene en común el tormento de la oscuridad, pues “sienten que la desnudez del duermevela es un peligro”.

Como el principio de serialidad enunciado por el biólogo austríaco Paul Kammerer (1880-1926) que tanto gravita en las páginas de la novela (“hay una ley física general que hace que el universo tienda a la unidad (…) una fuerza de atracción comparable a la de la gravedad, pero que en vez de atraer masas, atrae hechos”), estas cuatro historias se entrecruzan para enfrentar su intrínseca noche existencial.

Dios, una fuerza de atracción, o un narrador caprichoso que sienta en la misma mesa a personajes tan disímiles, los ata con cinta adhesiva y les retuerce las oscuras existencias. Y es que “tal vez Dios, si existe, no sea más que un narrador loco con debilidad por las estructuras circulares, y de ahí que la existencia consista en salir de la oscuridad para regresar de modo indefectible a las tinieblas tras chisporrotear un poco por la vida”. De esa manera, deshaciendo estructuras para enfrentar las sombras, tal vez lograrán, si bien no salvar el mundo, salvarse a sí mismos, y así ser capaces de  contemplar el amanecer.

Monday, April 12, 2010

El yoga y yo


 A Yare, por abrir la puerta

Siempre pensé que el yoga no era para mí. Crecí con la idea de que mi cuerpo era tieso, de que mis pies estaban muy lejos de los dedos de mis manos, mis rodillas siempre un poco flexionadas. Cualquier ejercicio de estiramiento me resultaba una verdadera pesadilla, agónico suplicio al que desde los tiempos de la educación física escolar, había decidido no volverme a someter. Si bien no soy la más deportista, al hacer ejercicios me inclino por actividades o deportes activos, y si involucran música, baile y variedad, pues mucho mejor. Movimiento, saltos, el corazoncito a millón y chorros de sudor... cualquier cosa que no fuese eso, no era ejercicio.

Para ese entonces, ignorante de mí, pensaba que el yoga era una práctica lenta y aburrida que nunca compaginaría con mi "estilo". Para ese mismo entonces lo consideraba como una opción para tonificar el cuerpo, bajar de peso y aumentar la flexibilidad…  ¡Qué equivocada estaba! Equivocada en primer lugar al pensar al yoga como una práctica unidimensional, puramente física. Y en segundo lugar al pensar que por mi tiesura física estaba vetado para mí.


Mi percepción sobre esta práctica milenaria cambió radicalmente el día que decidí entrevistar para un pequeño reportaje a mi querida amiga Yare, profesora de “Sampoorna Yoga” (el texto sigue a estas líneas). Esa breve conversación en el lobby del centro donde imparte sus clases y una ojeada al libro de su maestro, Sri Yogi Hari, me indicaron lo enciclopédicamente equivocada que hasta entonces había estado. Obviamente, decidí probar.


Desde la primera clase, quedé prendada. Yare guió una clase gentil y se tomó el tiempo de irme explicando cada detalle de lo que íbamos haciendo (cosa que, como total neófita en la materia, aprecié sobremanera). Descubrí lo pobre que era mi respiración y lo difícil que se me hacía desconectarme del mundo exterior aunque fuera durante sólo 90 minutos. También descubrí que mi autoproclamada “tiesura” empezaba en mi cabeza y en todas las limitaciones que me imponía con una serie de “no puedos”. 


Si bien mi cuerpo no me sorprendió con una flexibilidad inusitada, no me sentí frustrada, para nada. Todo lo contrario. Salí de esa primera clase animada, consciente de mi cuerpo, congraciada conmigo misma, y sobretodo muy, muy deseosa de volver.

Han pasado ya algunos meses desde esa primera clase y la conversación que la originara. Mi horario sólo me permite -con suerte- una clase a la semana, 90 minutos que atesoro y protejo como un regalo, un precioso obsequio de mí para mí. Me he descubierto fortalezas que van permitiendo control en muchos ámbitos de mi vida. Mi respiración ha mejorado considerablemente, ha adquirido un ritmo más saludable, y sí, he tenido la oportunidad de comprobar el poder de inhalar y exhalar adecuadamente en momentos de tensión e incluso de malestar físico. Cancelé las palabras “no puedo” para disfrutar de cada avance, por pequeño que sea. Y si un día no hay avance qué celebrar, sé que igualmente siguen existiendo millares de razones por las que agradecer. 



Como quiera que se presente mi semana, sé que en ese pequeño salón de luz tenue y paredes desnudas tengo un espacio sólo para mí. Un espacio donde no soy madre, ni esposa, ni hija, ni hermana, ni amiga, ni jefa, ni subordinada, ni venezolana, ni inmigrante. Un espacio donde no hay facturas qué pagar, ni trabajos qué entregar, ni tareas qué terminar, ni expectativas qué cumplir. Un espacio donde construyo un puente entre potencialidad y realidad, donde mi cuerpo, mi mente y mi espíritu se sientan a tomar un té en armonía y paz.

Om Shantih

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“Sampoorna Yoga”: Búsqueda plena hacia adentro

El ser humano moderno parece estar embarcado en una frenética, violenta y extenuante búsqueda. Una búsqueda insaciable por poseer riquezas, fama, "looks", conocimientos o poder que nunca parece saciarse. Hay personas (no muchas, lamentablemente), que han decido -para bien- abandonar esa carrera y emprender un periplo interno. Si usted es una de ellas, el “Sampoorna Yoga” puede ser para usted.

El Yoga de la Plenitud

El término "Sampoorna" traduce “completo”. Así, Sri Yogi Hari, reconocido y respetado maestro yogui cuyo Ashram se encuentra ubicado en la ciudad de Miramar, al sur de la Florida, resume su acercamiento a esta práctica ancestral como el "Yoga de la plenitud", pues integra, de acuerdo a las necesidades específicas de cada practicante, los diferentes tipos o caminos de yoga (Hatha, Raja, Karma, Bhakti, Jnana y Nada), para lograr la purificación y el balance entre mente, alma y cuerpo (Sampoorna Yoga, El Yoga de la plenitud. Nada Productions, 2007).

"En Occidente mucha gente está mal informada, creyendo que el Yoga es sólo hacer posturas, desarrollar fuerza y flexibilidad, adquirir más poder y hacerse más atractivo. Esta dirección los lleva en la dirección opuesta del verdadero propósito del Yoga; lleva hacia un engrandecimiento del ego y una mayor identificación con el cuerpo" (p.xx). Dicho esto, queda claro que el “Sampoorna Yoga” es mucho más que una práctica física. Es una filosofía de vida que asume que salud, paz y felicidad se encuentran dentro del ser humano como derecho desde el momento mismo del nacimiento. Y es allí donde hay que buscarlos.

Para alcanzar y mantener una vida saludable, Sri Yogi Hari recomienda asumir un estilo de vida integral, donde mente, cuerpo y alma trabajen en conjunto. Las costumbres ineludibles para ello son:
-Ejercicio apropiado
-Respiración adecuada
-Relajación adecuada
-Dieta apropiada
-Pensamiento positivo

En el salón de clases

Yaremi Aparicio es instructora de “Sampoorna Yoga” en Pembroke Pines, Florida y discípula de Sri Yogi Hari. Las paredes del salón donde recibe a sus alumnos están desnudas de espejos para evitar que el practicante se observe a sí mismo y a sus compañeros y caiga en inevitables y superfluas comparaciones. Recomienda, incluso, mantener durante la clase los ojos cerrados para que "la atención se mantenga hacia adentro".

Las clases son abiertas, sin clasificaciones por habilidad o experiencia, y en una misma sesión pueden compartir un niño de 5 y un anciano de 85 años sin mayores contratiempos. No hay exclusiones por limitaciones físicas, y la única condición o requisito indispensable es llegar a la clase "con el corazón y la mente abiertos".

Aparicio afirma que, a diferencia de la práctica occidental del yoga, enfocada en el cuerpo, en la tonificación muscular y en la búsqueda por la flexibilidad, este tipo de yoga resulta mucho más gentil, introspectivo y espiritual. Los 90 minutos que comprenden cada sesión incluyen ejercicios de respiración, calentamiento, estiramiento, posiciones de yoga y relajación. En ocasiones, algunos momentos de la clase pueden incluso estar acompañados por música y cantos con el fin de facilitar la relajación.

Durante la clase, el instructor refuerza mensajes positivos y promueve una autoconciencia o un autodescubrimiento del propio cuerpo. Desvía la atención de las supuestas limitaciones y estimula un ritmo específico para que cada asistente conecte consigo mismo y con el todo. No se utilizan instrumentos para forzar las posiciones, sino se hace énfasis en “escuchar los mensajes del cuerpo”. Todas estas herramientas ofrecen a quien acude a la clase, amplios beneficios que se trasladan a una vida integral, saludable y mucho más feliz.

Las tensiones espirituales y psicológicas a las que el individuo moderno se encuentra expuesto, se traducen en un cuerpo tenso. Mente, alma y cuerpo parecen hallarse cada vez más disociados y por tanto, vulnerables. Con la orientación profesional adecuada, un compromiso sincero y una buena voluntad, es posible, siguiendo las prácticas integrales de “Sampoorna Yoga”, distender esos nudos, ahondar en las posibilidades infinitas del ser y retomar la flexibilidad -no sólo la física- con la que llegamos al mundo.
 

Wednesday, April 7, 2010

Música para alegrar el día

Al encender al carro esta mañana para ir a trabajar, sonaba la canción "I'm yours", de Jason Mraz (la letra, aquí). Me encanta. La escucho y me transporto a un atardecer en la playa (Margarita, quizás?), mi Chino sentado en la arena bajo una churuata, piña colada en mano, mirándonos a S. y a mí bailar a la orilla del mar. Puedo ver un gigante sol naranja sumergiéndose paciente en la inmensidad inmutable del mar. Casi puedo sentir la brisa marina, saborear la sal salpicándonos los labios y escuchar las carcajadas de S. cuando tropezamos y nos caemos en la arena (así somos, de tal palo tal astilla...). Es una escena que no ha ocurrido pero que viene a mi mente con la canción de Mraz (tengo la tendencia ponerle imágenes a ciertas canciones, pero no hablaré de eso ahora...).

Aquí se las dejo.


Saturday, April 3, 2010

Marzo -mínimamente- minimalista

Hay que ver. De todos los meses en que pude unirme oficialmente al proyecto fotográfico de "La vuelta al mundo", vengo a empezar de lleno precisamente en marzo, con el tema minimalista!

Tengo que admitirlo, me costó un montón. En primer lugar, porque mi vida está siempre sobrepoblada de objetos, actividades y personas. En segundo lugar, porque mi ojo aún no está acostumbrado a ese discernimiento formal y cromático que un trabajo minimalista requiere. Sin embargo, no desistí.

Sólo logré que el "monstruo" del mural de LVM me aceptara dos tomas, que pueden ver abajo. Pero despúes de mucho dar, creo que tengo mucho más claro el minimalismo, y el ojo un poquito menos alelado.



Pero lo que más he apreciado de este mes de marzo es que finalmente me decidí. Agarré mi cámara, me tomé un par de horas a la semana para mí y salí a tomar fotos. Qué sensación tan liberadora, qué manera de hacer conexión con el entorno! Reconecté con la niña que fui, la que salía al jardín a escuchar los pajaritos y se maravillaba con las cosas más simples.


Así que pese a mis tumbos con el minimalismo, marzo tuvo un saldo positivo para esta aprendiz de fotógrafa. Ahora, si quieren saber de verdad lo que es el minimalismo, disfruten del trabajo de los grandes (revisen las fotos publicadas en marzo, pues ya ha cambiado el tema).


Presiento que abril será mucho más prolífico para mí... y eso, eso es motivo de felicidad!