Sunday, October 31, 2010

Fotografía por el suelo

 1. From below, 2. Haunted pumpkin patch, 3. Fall view, 4. The Look

Hace 9 meses que me animé a participar por primera vez en el grupo fotográfico "La vuelta al mundo". Debo decir que el interés por la fotografía, formar parte de este grupo y haber tenido la dicha de participar en el taller online L´Atelier, han sido parte importante dentro del proceso interno que he vivido en los últimos meses, y el reto que Jackie nos puso este mes no fue más que una reafirmación de ello.
Sin entrar en muchos detalles que no vienen al caso para este post, el hecho es que hoy en día mi familia y yo tratamos de vivir una vida más sencilla, más conciente, más abierta a lo diferente, más en contacto con lo natural, más agradecida por los milagros cotidianos que la decoran. Si bien no siempre es sencillo, procuramos concientemente mirar las cosas desde un punto de vista diferente, para luchar contra los prejuicios, para aceptar genuinamente que nuestra visión no es más que una visión entre miles, entre millones, y para enseñar a nuestra hija el valor de la autenticidad al tiempo que el respeto por lo que le resulta extraño.
Así, llegó Jackie en este noveno mes a proponernos mirar el mundo desde otra perspectiva. Nos inspiró a bajar a ras del suelo, a soltar la cámara de la seguridad de nuestras manos, colocarla en el piso y ver el mundo desde allí.
Ejercicio maravilloso de descubrimiento, de remoción de estereotipos. Adoptar la posición del gusanito y ver el enorme y ancho mundo desde abajo, desde la grama que te hace cosquillas; desde la tierra aún húmeda que mancha tus ropas al tiempo que llena de un aroma único tus fosas nasales; desde los miles de deshechos que día a día dejamos caer concientes o no de que no que pertenecen a un suelo que es madre, naturaleza, origen y fin.
Un gusanito de ojo pequeño pero mirada curiosa, que se maravilla del mundo que le rodea, pero, y sobretodo, de la idea de saberse parte de él.

Monday, October 25, 2010

Inmisericorde cazador de gazapos


En los rincones más desconocidos de editoriales, empresas de traducción o publicaciones que se jacten de serias, labora silencioso el corrector (de textos, de estilo o de pruebas, no hay consenso siquiera en su nombre), paladín implacable que, empuñando un bolígrafo rojo, calibrando su siempre alerta mirada de águila y su amplio conocimiento del lenguaje, y utilizando el diccionario como escudo, emprende diariamente una batalla cuerpo a cuerpo con el loable objetivo de salvar al texto de gazapos indeseables.
Necesaria, anónima y acostumbrada a la falta de reconocimiento, es la del corrector una actividad encomiable, en pro de la exactitud, la precisión y el cumplimiento de la norma como bien final. Agente del control de calidad de la letra impresa o virtual, resulta prácticamente imposible notar su mano cuando ha pasado por una publicación impoluta, pero en cambio bien que se le extraña cuando el texto está plagado de erratas ortográficas, sintácticas o tipográficas.
Tan acuciosa como impúdica, su habilidad no se enseña en un salón de clases. Parece más bien responder a un impulso patológico por la perfección, aunado a un interés inusitado por sumergirse en los recovecos del lenguaje y asirse de él.
A modo de bien merecido homenaje a estos profesionales de la exactitud, la Fundación Instituto Superior de Estudios Lingüísticos y Literarios (Litterae) con sede en Buenos Aire, ha designado el 27 de octubre como día del corrector. La selección de la jornada no es casual, pues coincide con el natalicio, en 1467, de Erasmo de Rotterdam, filósofo y humanista neerlandés, quien por su labor como revisor de originales en una imprenta veneciana es considerado el primer corrector de la Historia. En diferentes países se emprenden actividades relacionadas, siendo la cacería de erratas promovida por la Unión de Correctores Española a lo largo de calles de Madrid y Barcelona, la más popular (para algunas imágenes recogidas durante estas cacerías, visita aquí).
Vaya con estas líneas un merecido reconocimiento y un agradecimiento sincero a todos los correctores, los que se esconden detrás de nuestras páginas favoritas, los que le apuestan a la perfección aun en los textos más prosaicos, los que emprenden una lucha doble, contra la imprecisión y el error, y contra las herramientas tecnológicas modernas que –en vano– quisieran desplazarlos.

Tuesday, October 19, 2010

La rebelión de las ardillas


Me gustan las ardillas. Así, sin más. Sé muy bien que son roedores, transmisoras de enfermedades, medio salvajes, recontra testarudas, a veces vengativas y con familiares indeseables, pero me gustan, y ya. Si veo por ahí un par de ardillas jugueteando en un árbol, puedo pasarme horas embelesada observándolas. Me asombran su inteligencia, su rapidez, su carácter y su astucia. Me encantan su pelambre, su mirada inquisidora y su cola. Esta admiración es silente y distante; no procuro acercármeles ni pienso hacerlas mis mascotas (aunque admito que de niña alguna vez y en vano, lo intenté).

Groupie de cuanta ardilla rockera y mala conducta anda por el mundo, iba yo haciendo un corto recorrido al aire libre que usualmente debo transitar en mi trabajo, cuando me tropecé con tres ardillas insolentes, embebidas en lo más intenso de un complejísimo juego de carreras, persecuciones, y paradas repentinas que incluían además lanzamiento de semillas y emisión de unos chirridos punzantes de los que agradecí no conocer la traducción. No pude evitar detenerme a ser testigo de lo bien que se la estaban pasando.

Las observé sonreída durante algunos minutos hasta que una voz de hombre resonó detrás de mí: "Acaso nunca antes habías visto una ardilla?". Recostado en su patrulla, con una cínica sonrisa en los labios, el policía del área me miraba como bicho raro. Le parecía inaudito que alguien le dedicara tanto tiempo y atención a un animal tan común e insignificante.

Reconozco que el momento no pude contestar. Se me agolpaban tantas ideas en la mente que no sabía ni por dónde empezar.  Lo miré a los ojos, queriendo que mi mirada expresara un poquito de la compasión que su comentario había logrado despertar, musité algunas palabras que él no se tomó la molestia de escuchar y continué mi camino, mientras el grupo incansable de ardillas retomaba su complejo juego.

Mi cabeza catapultaba interrogantes atropelladas que hoy no puedo dejar de vertir en este cajón... Así que señor policía, ¿desde cuándo la belleza está confinada? ¿Desde cuándo está prohibido disfrutar de las pequeñas maravillas de lo cotidiano, y hallar poesía en lo terrenal? Disculpe usted, señor policía, el delito de mirar a los lados y reconocer la perfección en la naturaleza. Disculpe la intransigencia de no querer caminar por la orilla de lo que es debido o lo que está supuesto a ser. Disculpe el acto de rebeldía, porque sí, he visto muchas ardillas en mi vida -y enhorabuena por ellas y por su capacidad de maravillarme- y seguiré deteniéndome a mirarlas cada vez que pueda. Dispulpe, pues las gríngolas las dejé botadas hace muchos años, y  poco me interesa encontrarlas. Pero, sobretodo, discúlpeme la lástima que su comentario sarcástico y su insensibilidad han provocado en mí.


(Nota al pie: Como es de esperar, S. ha heredado esta especial fascinación por las ardillas, que hace un par de años dejé plasmada aquí, por si les provoca.)

Thursday, October 7, 2010

Hogar multicolor

En el marco del día para la Convivencia en la Blogósfera. 
Por hacer del mundo un hogar policromático y acogedor.
Más info aquí.


Mis ojos son tu reflejo. Déjame plantarme frente a ti para leerme, para leernos. Déjame posar mi mirada en tus ojos para así verme a mí misma. Mírate en mí.

Te sabes maravilloso y único. Perfecto. Tan inexplicable como incomprensible. Tan incomprensible como inusual. Lo eres. Lo soy.

Mirándote en este espejo te descubres policromático. Observa mis colores, tan extraños, tan diferentes, tan míos. Juntos, dibujamos arcoiris.

Mulato de creencias. Mestizo de aprendizaje. Ecléctico de experiencias. Híbrido de razón. Tus mezclas y mis mezclas se unen, se fusionan. Soy en ti y tú en mí.

Te escucho, te hablo, te tiendo mi mano, me aferro a la tuya. Juntos somos uno. Juntos somos mundo multicolor.

Mirándonos descubrimos que no estamos solos. Otros ojos esperan para posarse en los nuestros. Ojos que buscan hogar, esperanza, aceptación; eso que tú y yo también deseamos. Miles, millones de otros ojos observándonos para descubrirnos uno, para descubrirnos mundo que se sabe multicolor.

Friday, October 1, 2010

Tome asiento, por favor. Septiembre en LVM


Pensé mucho si publicar o no esta entrada. Al fin y al cabo, una sola foto como participación mensual total para "La vuelta al mundo", es una nimiedad que no vale la pena ni reportar. Pero luego lo pensé más detenidamente y decidí escribir estas líneas como reconocimiento al trabajo de mis compañeros y para no romper con la tradicion de "blogs encadenados" que Jackie implantara hace más de 2 años al crear el grupo y a la que yo me incorporé hace exactamente 8 meses con humilde pero ininterrumpida participación.
Tengo que reconocer que en un principio el tema no me enamoró. El reto de este mes era fotografiar Sillas, y no le encontraba yo nada atractivo ni interesante a un objeto tan utilitario y común.
Como siempre, y para sacarme del equívoco, Jackie y mis compañeros vinieron a poner en evidencia que todo está en la perspectiva, en el enfoque y en el ojo del artista. Hoy, concluido el mes, recorro el mural de LVM con admiración y júbilo. Allí se pueden encontrar las sillas más extrañas, más hermosas, más usadas, más modernas, más corrientes, más comodas, más nostálgicas y más extravagantes. Hay bancos, gradas, variados asientos, columpios, poltronas, sillas plegables, taburetes, divanes, banquitos, pupitres. Las encontraron en la playa, en el parque, en la oficina, en el comedor, en el salón de conferencias, en el dormitorio, en el restaurante, en la biblioteca, en el tren, en el teleférico. Las decubrieron abandonadas, amontonadas, listas, empolvadas, curiosas, vanidosas, útiles e inútiles. Todas revestidas de belleza por la magia del ojo que las descubriera.
Así, vinieron estas sillas orgullosas y empecinadas a darme una lección. A hablarme de mantener los ojos abiertos aun en las situaciones más comunes. A poner al descubierto el arte de lo cotidiano y de los tesoros que pasan desapercibidos. A recordarme que la belleza no se encuentra únicamente en los museos, o en los grandes paisajes naturales, sino que, y sobretodo, descansa en los ojos de quien la mire.